viernes, 17 de diciembre de 2010

De controladores, aeropuertos, nevadas y maletas extraviadas

Ya ha pasado más de una semana después de nuestras mini vacaciones de diciembre. Llevaba meses preparando estos días. Nos íbamos a Disneyland París con mis suegros, y como era la primera vez que iban a ver el parque en Navidad (para mí, la mejor época para visitarlo) quería que fuera especial. La verdad es que estaba bastante más nerviosa que en otras ocasiones y ahora, ya a toro pasado, está claro el por qué.
El viernes, 3 de diciembre, a eso de las 18:00 me llama mi suegra dándome la fatídica noticia del cierre del espacio aéreo gracias a la baja repentina de los controladores.... Aunque nerviosa y preocupada, pensé que al día siguiente estaría todo solucionado cuando me levantara, pero nada más lejos de la realidad. La verdad que ese día no se lo deseo a nadie, fue uno de los peores de mi vida, y la impotencia que sentía era indescriptible. No voy a entrar a hablar de los controladores, porque, francamente, no merecen que les hagamos caso ni que le dediquemos palabras. Sólo espero que tengan su merecido y que pasen por lo que han hecho pasar a millones de personas.
Afortunadamente, nuestro vuelo salía el domingo a las 8:00 de la mañana, así que a última hora del sábado nos decidimos a hacer las maletas. Iberia dijo que restablecía sus vuelos el domingo a las 6:00, así que teníamos alguna esperanza, aunque no descartábamos que tuviéramos que volver a casa con las ilusiones truncadas.
Y la suerte estuvo de nuestra parte, porque el vuelo salió sólo con media hora de retraso y sin problemas.
El día de nuestra vuelta, el miércoles por la mañana empezó a nevar en París. Y la nieve era tan fuerte que bromeábamos diciendo que a ver si salía el avión, jaja. Nunca más haré bromas de ese tipo.
Nos iban a recoger al hotel tres horas antes de la salida de nuestro vuelo, pero, dado el estado de las carreteras, nos llamaron para ver si podíamos quedar antes. Sólo deciro que para 40 km. que hay desde el hotel al aeropuerto tardamos más de 4 horas. Los automóviles estaban parados en medio de la carretera, eso sí, toda nevada y muy bonita. Los camiones atravesados, retenciones, carteles que anunciaban interminables atascos...
Viendo que era imposible llegar, llamamos a Iberia para intentar cambiar el vuelo y nos dicen que el aeropuerto está cerrado y nuestro vuelo cancelado... y que nos pueden reubicar en un vuelo al siguiente día... Mi cuñado me llama y me dice que imposible encontrar hotel cerca del aeropuerto para esa noche, así que decidimos ir al aeropuerto, para pasar la noche. Una vez allí, vemos que no está cerrado, que sale algún vuelo y que el nuestro está retrasado, no cancelado. Vamos al mostrador de Iberia y le explicamos la situación y  nos dice que quién nos ha dicho que el vuelo está cancelado. ¡Pues alguien desde España, yo qué sé! Empieza diciendo que no puede hacer nada, pero tras insistir, nos dice que vayamos a facturar, a ver qué nos dicen allí.
Vamos a facturar y una señorita nos dice que no puede facturarnos porque tenemos vuelo para el día siguiente, que lo intentemos en otro mostrador, donde hay una encargada. Imaginaros los nervios que teníamos!!! Vamos al otro mostrador, empiezo a contar la historia y me dice la chica que no nos preocupáramos y nos saca directamente los billetes y nos factura las maletas. Eso sí, nos dice que está bastante restrasado, pero a nosotros no nos importaba, íbamos a salir esa noche!!!
Al final salimos a las 23:15. El Gordito se quedó dormido, aunque se despertó un par de veces. Llegamos a las 1:15 a Madrid, pero todavía nos quedaba una sorpresa más: las maletas. Resulta que no cargaron el avión al completo por problemas con la metereología. De hecho, llegó otro vuelo estando nosotros poniendo una reclamación y les pasó lo mismo.
Nos dijeron que nos llevarían las maletas el jueves por la tarde, la final fue el viernes por la mañana, pero todo llegó bien, sano y salvo (sobre todo las compritas que habíamos hecho, jeje).
Pero, todo esto, no podrá empañar los maravillosos días que pasamos allí, viendo al Gordito disfrutar con sus personajes favoritos, montando en tren, incluso en paracaídas, y viendo nevar como nunca habíamos visto. Al fin y al cabo, son meras anécdotas que ocurren en todos los viajes.


2 comentarios:

  1. madre mía, menudo periplo... he sentido el stress en el cuerpo... me alegro que después de todo lo pasarais genial, nosotros tenemos pensado ir a año que viene que la peque ya se enterará más y creo que disfrutaremos mucho ¿a partir de qué edad lo recomiendas?yo fue hace muchos años, de adolescente y no tenía en mentes ir con niños así que no recuerdo...

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  2. Uf, en el tema de las edades no sé si te voy a poder ayudar, porque soy un poco "friki". La primera vez que fue tenía 8 meses y se lo pasó en grande. Cada vez que veía un personaje se ponía a patalear y a reírse como uno loco. El año pasado, con casi 2 también disfrutó muchísimo. Y este año, con casi tres, pues más todavía.
    Disfrutan cada vez que vayan, no importan la edad que tengan. El "problema" que no se van a acordar de mayores, pero siempre están las fotos y los vídeos. Además, como los parques están hechos para cualquier edad, pueden montarse en un montón de atracciones, excepto las más fuertes, jeje. Aunque el Gordito ya ha podido montarse en una mini-lanzadera este año, y ni se inmutó!
    Y además, las niñas, con las princesas, buah, ni te cuento!
    Jo, perdona la charla que te echado!

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