jueves, 23 de diciembre de 2010

Cosas sencillas que hacen la vida más agradable

El otro día, en el metro ligero (ese híbrido entre metro y tranvía que va todo menos ligero...) ví cómo entraba el conductor y se preparaba para llevarnos a nuestro destino. Es algo que había visto cientos de veces, pero como ese día no llevaba libro en el que centrar mi atención, empecé a divagar y a pensar...
Pensé que sería agradable que entrara en su cubículo y cogiera el micrófono y se dirigiera a los pasajeros con un "buenos días a todos". Y seguí divagando y recordando a un antiguo compañero que decía que sería estupendo que la vida fuera como un musical, aunque eso da para otro post.
Y seguí pensando. Un saludo y una sonrisa hacen que la vida sea más fácil. No hay nada como dirigirse a alguien y que éste te responda con una sonrisa en los labios. ¿Cuántas veces llamamos a servicios de atención al cliente y nos tratan de manera grosera? Si en su manual de estilo les dijeran que tienen que sonrerír seguro que habría más clientes satisfechos.
Supongo que será por el espíritu navideño que nos impregna en estas fechas. Y me refiero al de verdad, al de compartir, querer y respetar a los demás, y no al consumista (que dada la crisis y que no me ha tocado la lotería, voy a desechar este año...).
Pero sería bueno que todo el mundo mantuviera un poco este espíritu durante todo el año. Que todos nos levantáramos cada día con nuestra canción favorita. Todos tenemos una canción que nos hace sonreír y que nos gusta cantar a grito pelado, pues esa debería ser el tono de nuestro despertador.
Y cosas tan sencillas como un "hola", "buenos días", "gracias", etc. deberían estar siempre en nuestras conversaciones, son cosas que hacen la vida más agradable y llevadera. Al fin y al cabo, estamos aquí para disfrutar, no?
Y a vosotros, ¿qué os hace la vida más agradable?

viernes, 17 de diciembre de 2010

De controladores, aeropuertos, nevadas y maletas extraviadas

Ya ha pasado más de una semana después de nuestras mini vacaciones de diciembre. Llevaba meses preparando estos días. Nos íbamos a Disneyland París con mis suegros, y como era la primera vez que iban a ver el parque en Navidad (para mí, la mejor época para visitarlo) quería que fuera especial. La verdad es que estaba bastante más nerviosa que en otras ocasiones y ahora, ya a toro pasado, está claro el por qué.
El viernes, 3 de diciembre, a eso de las 18:00 me llama mi suegra dándome la fatídica noticia del cierre del espacio aéreo gracias a la baja repentina de los controladores.... Aunque nerviosa y preocupada, pensé que al día siguiente estaría todo solucionado cuando me levantara, pero nada más lejos de la realidad. La verdad que ese día no se lo deseo a nadie, fue uno de los peores de mi vida, y la impotencia que sentía era indescriptible. No voy a entrar a hablar de los controladores, porque, francamente, no merecen que les hagamos caso ni que le dediquemos palabras. Sólo espero que tengan su merecido y que pasen por lo que han hecho pasar a millones de personas.
Afortunadamente, nuestro vuelo salía el domingo a las 8:00 de la mañana, así que a última hora del sábado nos decidimos a hacer las maletas. Iberia dijo que restablecía sus vuelos el domingo a las 6:00, así que teníamos alguna esperanza, aunque no descartábamos que tuviéramos que volver a casa con las ilusiones truncadas.
Y la suerte estuvo de nuestra parte, porque el vuelo salió sólo con media hora de retraso y sin problemas.
El día de nuestra vuelta, el miércoles por la mañana empezó a nevar en París. Y la nieve era tan fuerte que bromeábamos diciendo que a ver si salía el avión, jaja. Nunca más haré bromas de ese tipo.
Nos iban a recoger al hotel tres horas antes de la salida de nuestro vuelo, pero, dado el estado de las carreteras, nos llamaron para ver si podíamos quedar antes. Sólo deciro que para 40 km. que hay desde el hotel al aeropuerto tardamos más de 4 horas. Los automóviles estaban parados en medio de la carretera, eso sí, toda nevada y muy bonita. Los camiones atravesados, retenciones, carteles que anunciaban interminables atascos...
Viendo que era imposible llegar, llamamos a Iberia para intentar cambiar el vuelo y nos dicen que el aeropuerto está cerrado y nuestro vuelo cancelado... y que nos pueden reubicar en un vuelo al siguiente día... Mi cuñado me llama y me dice que imposible encontrar hotel cerca del aeropuerto para esa noche, así que decidimos ir al aeropuerto, para pasar la noche. Una vez allí, vemos que no está cerrado, que sale algún vuelo y que el nuestro está retrasado, no cancelado. Vamos al mostrador de Iberia y le explicamos la situación y  nos dice que quién nos ha dicho que el vuelo está cancelado. ¡Pues alguien desde España, yo qué sé! Empieza diciendo que no puede hacer nada, pero tras insistir, nos dice que vayamos a facturar, a ver qué nos dicen allí.
Vamos a facturar y una señorita nos dice que no puede facturarnos porque tenemos vuelo para el día siguiente, que lo intentemos en otro mostrador, donde hay una encargada. Imaginaros los nervios que teníamos!!! Vamos al otro mostrador, empiezo a contar la historia y me dice la chica que no nos preocupáramos y nos saca directamente los billetes y nos factura las maletas. Eso sí, nos dice que está bastante restrasado, pero a nosotros no nos importaba, íbamos a salir esa noche!!!
Al final salimos a las 23:15. El Gordito se quedó dormido, aunque se despertó un par de veces. Llegamos a las 1:15 a Madrid, pero todavía nos quedaba una sorpresa más: las maletas. Resulta que no cargaron el avión al completo por problemas con la metereología. De hecho, llegó otro vuelo estando nosotros poniendo una reclamación y les pasó lo mismo.
Nos dijeron que nos llevarían las maletas el jueves por la tarde, la final fue el viernes por la mañana, pero todo llegó bien, sano y salvo (sobre todo las compritas que habíamos hecho, jeje).
Pero, todo esto, no podrá empañar los maravillosos días que pasamos allí, viendo al Gordito disfrutar con sus personajes favoritos, montando en tren, incluso en paracaídas, y viendo nevar como nunca habíamos visto. Al fin y al cabo, son meras anécdotas que ocurren en todos los viajes.